Pujia era considerado un referente local de la encaustica, una técnica ancestral que aglutinaba la cera de abejas, aplicada a la la realización de la escultura.
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«Queridos amigos, hoy me dirijo a ustedes para comunicarles una triste noticia. Antonio falleció esta tarde», escribió su hijo Sandro Pujía en referencia al último sábado en la red social, donde desde entonces los seguidores, alumnos y colegas, comparten sus condolencias, muestras de cariño y fotografías en las que están junto a su «maestro».
Su vida
Nacido en 1929 en Italia pero instalado en la Argentina desde los siete, Pujía se dedicó a la escultura desde los 14 años y estudió en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón.
Entre 1956 y 1970 estuvo a cargo del taller de escultura escenográfica del Teatro Colón y en el medio, en 1965, tuvo su primera exposición en la galería Witcomb, una de las primeras de Buenos Aires.
A partir de ahí expuso sus obras en numerosos museos y galerías del país y también del exterior y recibió muchas distinciones como el Primer Premio en el Salón Nacional de Artes Plásticas Manuel Belgrano y en el Fondo Nacional de las Artes «Augusto Palanza» o la Bienal Alberto Lagos.
Entre sus obras más destacadas, figuran la obra «Pareja de bañistas» y las series «Los niños de Biafra» (1970) en la que se inspira en las famosas imágenes de niños desnutridos de ese país y toma posición social frente a la devastación, y «Martín Fierro», también de la misma época, en las cuales vuelve a reflejar la miseria de la destrucción junto a su pasión por la Argentina.
Como testimonio de su compromiso, en 2016 impulsó la iniciativa de refundar la Escuela de la Cárcova, un ícono de educación del arte a nivel estatal que fue ejemplo y sinónimo de prestigio en todo el mundo y que, tras un proceso de vaciamiento en los 90, cerró sus puertas definitivamente como institución educativa de grado en los primeros años del 2000.