Cultura

de las trincheras a la bañadera de Picasso

En sus fotos de guerra hay soldados sucios, jóvenes, atormentados, tensos. Sollozan -así los describe Robert McFadden en el New York Times- por sus amigos muertos. Están agotados. No hay héroes ahí, en las fotos de guerra de David Douglas Duncan, no hay héroes.

En las fotos del pintor el retratado se toca la cabeza, dentro de una bañadera, con una mano enguantada. Se ríe, juega. O chupa hasta el espinazo un pescado, lo sostiene con sus manos. O baila, en malla. O, si pinta -el gesto glorioso-, está en cueros. El pintor es Pablo Picasso pero el que lo retrata es David Duncan: no hay héroes.

Tenía 102 años David Douglas Duncan cuando murió, el jueves, en la Costa Azul francesa. La noticia la dio el Museo Picasso de Antibes: Duncan fue fotógrafo y amigo íntimo del gran pintor español.

Había nacido en Kansas en el 1916 y llegó a ser uno de los fotógrafos más influyentes del siglo XX, desde su trabajo en la revista Life.

Las fotos de guerra de David Douglas Duncan.

No hay héroes. Duncan mostró el costado vulnerable de los soldados. / David D. Duncan.

Durante la Segunda Guerra Mundial había sido oficial de Marina y así cubrió la invasión estadounidense de las Islas Salomon y Okinawa. Estaba a bordo del acorazado Missouri cuando en su cubierta, en 1945, se formalizó la rendición japonesa.

Después de la guerra se integró a la revista Life: el trabajo lo llevó a Palestina, a Grecia, a Turquía, a la India, a Afganistán. En 1946 cubrió las luchas entre árabes y judíos que precedieron a la creación del Estado de Israel. En Japón, en 1950, vivió la llegada de las tropas norcoreanas y estuvo detrás de su cámara, en la linea de fuego. «Mi objetivo siempre fue estar lo más cerca posible y sacar las fotos desde la mirada de un infante, un marino, un piloto», dijo en una entrevista, en 1951.

En Vietnam puso el ojo en la vulnerabilidad de soldados y civiles. Su visión en esa guerra no fue neutral: fue un crítico del papel de su país, los Estados Unidos y así lo expresó en su libro ¡Protesto!, de 1968.

En 2006, el fotógrafo en su casa del sur de Francia. / AP

En 2006, el fotógrafo en su casa del sur de Francia. / AP

En 1956 -y por sugerencia de otro grande, Robert Capa- fue por las suyas a tocar la puerta de la casa de Pablo Picasso en el sur de Francia. La que era su mujer, Jacqueline Roque, lo dejó entrar: el pintor se estaba bañando. Esa visita se prolongó: Duncan se quedó con Picasso durante meses y se quedó cerca de él, en el afecto, durante 17 años más, hasta que Picasso murió.

Duncan mismo detalló ese encuentro: «Jacqueline me cogió de la mano y me llevó al segundo piso, donde, dentro de la bañera estaba él, desnudo. Le dije que si le podía hacer una fotografía y me dijo que sí. Esa fue la primera vez”.

Con el tiempo, Duncan hizo ocho libros -a partir de unas 25.000 imágenes- sobre la vida cotidiana de Picasso. «No se imaginan lo simple que fue», contó mucho después, en una entrevista. «Yo estaba ahí, como alguien de la familia y sacaba fotos».

En 1972 el Museo Whitney de Nueva York le dedicó una muestra individual: fue el primer fotógrafo en tenerla. «Jamás me he arrepentido de nada. ¡Tuve tanta suerte!», llegó a decir en el Festival de fotoperiodismo de Perpiñán, el más prestigioso de su género.

Fuentes: The New York Times y agencias

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